otsaila 28, 2015
egilea: martinzabalza
Preso baten zorion-gutuna Olaetxeari Argazkia: Archivalencia
Ezkabako presoek Olaetxea gotzaiari bidalitako esker oneko gutunaz hitz egin eta gero, On Marzelinok, preso politikoen alde mintzatuz, Frankori bidali zion gutun pertsonalaz arituko gara. Baina, ezer baino lehen, gotorlekuko kaperau bat zen Jose Maria Pascual Hermoso de Mendozak (bestea Ramon Lezaun Armendariz zen) presoen alde bitarteko izateko eskatuz gotzaiari bidalitako gutuna transkribatuko dugu:
Prisión Fortaleza de San Cristóbal. Pamplona. Servicio Religioso. 11 de diciembre de 1940.
Iltmo. Sr. Obispo de Pamplona.
Amadísimo Señor Obispos: En vista de que transcurre el tiempo sin que se vea una solución a este grave problema de los presos políticos, me tomo la libertad de hacerle unas breves observaciones acerca del mismo para que V. E. si lo estima conveniente, haga cuanto pueda en favor de tanto desgraciado.
Le voy a hablar, Sr. Obispo, con toda la fuerza que pueden dar a mis palabras la convivencia continua (V. E. lo sabe) con dos mil hombres de todas las provincias de España que consumen su vida en esta Prisión de San Cristóbal. ¡Dos mil hombres y condenados todos ellos a la pena de treinta años!
No dudo que para muchas gentes que no han visto los expedientes de estos reclusos, su pena y su prisión están justificados; mas los que conocemos sus causas y sus sentencias a través de los textos oficiales, no acabamos de comprender cómo se les puede tener a la mayoría de ellos por más tiempo en esta situación.
Cuando nuestro invicto Caudillo «queriendo liquidar las responsabilidades contraídas con ocasión de la criminal traición que para la Patria realizó el marxismo al oponerse al Alzamiento del Ejército y la Causa Nacional con el fin de alejar en lo humanamente posible desigualdades que pudieran producirse y que de hecho se han dado en numerosos casos», dio el decreto para la constitución de la «Comisión de Examen de Penas», una corriente intensa de simpatía y de fe hacia el mismo inundó durante algún tiempo los corazones de los presos y de todas sus familias. Porque, examinándose cada uno en el fuero de su conciencia —como les decía «Redención» en el editorial de este día y a tenor de lo que las copias de sus sentencias decían (sin tener en cuenta el que muchas de estas están fundamentadas en falsas denuncias y odios personales) la mayoría de ellos creyeron que había llegado la hora de cumplirse de palabra la promesa tantas veces dada de que los que no tenían las manos manchadas en sangre nada tenían que temer.
Pero hoy, Sr. Obispo, después de once meses que hace que se dio ese Decreto, el pesimismo y la desconfianza vuelven a renacer en estos pobres presos. Porque si es verdad que las Auditorías como las de Bilbao, Burgos y Galicia principalmente, comprendieron el pensamiento del Caudillo y el alcance de su decreto, otras, v. g., Valladolid, Segovia, Salamanca, etc., no lo han comprendido. Los reclusos pertenecientes a estas provincias, nuestras desde el primer día del Glorioso Alzamiento y presos también desde esos primeros días, no saben a qué es debido el que se les retenga cuando, en virtud de ese Decreto del Caudillo, hace tiempo ya, que debieran gozar de libertad.
¿Y los conmutados de la pena de muerte? ¡Cuántos de ellos hay que si hoy fueran revisados sus expedientes se les pondría en la calle!
¿Y los ancianos… y los enfermos? Sr. Obispo, por Dios y por España, hable de este problema con el Caudillo. Estoy seguro de que la nobleza de su corazón tomará en cuenta y con agrado estas observaciones que él las desconoce porque no puede vivirlas ni llegar al fondo de las mismas. Todavía hoy los presos tienen fe en nuestro Caudillo.
Todavía pronuncian su nombre con la máxima devoción y el mayor respeto. Todavía, cuando los tuberculosos ven consumirse su vida lejos de sus seres queridos, cuando los que carecen de medios económicos se ven acosados por el hambre a causa de la escasa alimentación que se les da, cuando los desarrapados no pueden vestirse ni abrigarse,
cuando los ancianos se ven privados del cariño que a su edad corresponde, cuando los padres reciben noticias de la trágica situación porque atraviesan su mujer y sus hijitos… todavía dicen con fe: ¡Si esto lo viera y supiera el Caudillo! Por Dios y por España, Sr. Obispo intervenga en este grave problema. ¿No le parece que podían poner a todos los no están manchados en sangre en libertad atenuada y con las mismas condenas que hoy tiene, debidamente controlados, para que su conducta se fuera redimiendo para la Patria? Esté seguro de que mientras el Gobierno diera la sensación de autoridad que hoy tiene, ninguno de ellos se movería de su sitio y todos procurarían incorporarse lo antes posible en el nuevo Estado. Harían, ni más ni menos, lo que hacen los reclusos que han sido excarcelados.
Perdone este atrevimiento y sepa que lo único que me ha movido a escribirle esta carta es el deseo de que V. E. haga algo en favor de tantos desgraciados.
Suyo devotísimo y humilde capellán José M. Pascual.
Bestalde, Olaetxea gotzaiak Frankori badalitako gutunaren zirriborroa (idazmakinaz), gotzaiak berak eskuz egindako hainbat zuzenketa barne, On Marzelinoren artxibategian gordetzen da:
Pamplona, a 30 de diciembre de 1940
Excmo. Sr. D. Francisco Franco Bahamonde
Jefe del Estado Español y Generalísimo de los Ejércitos
Excmo. Señor:
Todos los días le encomiendo con fervor en la santa misa; y lo he tenido más intenso en estas fiestas de Navidad y fin de año.
Quiera Dios —como yo se lo pido— seguir asistiéndole, como hasta ahora con sus mejores gracias y darle la alegría de ver un día en su apogeo a la España grande y buena, que forma el anhelo de su vida.
Una ilusión; la de que mi carta sea leída por Vuecencia me ha movido a apartarla del sin fin de felicitaciones, que le habrán consolado en estas fiestas, porque quiere llevarle la mía un consuelo más excogido (sic) en la fuente de consuelos para otros.
Y es que con mi felicitación, Señor, va la de dos mil desgraciados, que creen en Vuecencia y en las largas horas de miseria, de dolor y desesperanza suspiran: «Ah; si el Caudillo supiera…».
Lo digo puesta la mano en el corazón, sin flor de literatura ni lisonja.
El Castillo de San Cristóbal (un tiempo fortaleza, luego prisión militar y hoy presidio común) los alberga. A él se sube por una larga y escabrosa (en la minuta dice: muy mal tenida) carretera, y en el angosto patio y las estrechas galerías, en que se hacinan, viven (los, tachado) dos mil hombres tan sin sol y sin aire, tan sin abrigo y tan sin alimento que casi una mitad se hallan enfermos, y enfermos de tuberculosis.
Hay cosas buenas arriba: unas autoridades inmejorables, una monjitas heroínas y dos ejemplares
capellanes.
Y… hay presos buenos; hay centenares de hombres (tengo la lista ante mis ojos) que ni tienen manos manchadas en sangre, ni han envenenado al pueblo; centenares de hombres que tienen revisada favorablemente su causa y esperan la ratificación del fallo (en la minuta: el turno de su expediente) para salir a la vida y al amor de los suyos.
Señor, al alborear el último día de este año, por los presos que creen en Vuecencia y le quieren, este su servidor no acierta a pedirle porque no sabe si es posible dar mayor prisa al fallo de las causas (en la minuta: se anima a pedirle una palabra a las Auditorías de la España que nunca fue roja, Valladolid, Segovia, Salamanca, Burgos…, o al ministerio del Ejército, por si es posible mayor rapidez en las tramitaciones) ni sabe si es posible un aumento en la pobre asignación diaria de los presos.
Y después de pedirle perdón de su osadía… Es tan magnánimo el corazón de Vuecencia que yo sé que me lo concede amplio (borrado).
Solo sabe que lo que sea posible entrará muy hondo en el corazón de Vuecencia y que él sabrá perdonarle la osadía de esta carta.
De Vuecencia humilde y agradecido servidor y capellán.
† Marcelino, obispo de Pamplona.
Gutun hau Valladoliden 1936ko irailaren 19an bildutako gerra-kontseilu bidez, eta 1936ko 102. auziaz, matxinada militarragatik, hogeita hamar urteko goi espetxe zigorrera kondenatutako presoei buruzkoa da; eta Medina del Campon, Gasteizen, Lugon, Burgosen, Avilan, Segovian, Salamancan, Astorgan, La Coruñan, El Ferrolen, Vigon, Tuyn, Oviedon, Pontevedran, Luarcan, Iruñan, Ponferradan, Donostian, Elgoibarren izandako beste gerra-kontseiluengatik: 1.000 preso baino gehiago, zeinetatik hilketak seik besterik ez zeuzkaten.
Preso hauek hainbat zorion-gutun bidali zizkioten gotzaiari.
(Vicente Cárcel Ortí, Caídos, víctimas y mártires, Espasa, Madrid, 2008, 361-364. orr.).
Jarraituko du…